Aunque el castillo de Bentomiz no está en nuestro término municipal, es digno de una entrada aquí, ya que domina gran parte de nuestro paisaje e históricamente, durante algunos siglos, la defensa y protección de nuestro pueblo estuvo vinculada a esta fabulosa fortaleza. En varios post intentaremos dar detalles y reseñas históricas de este baluarte que ha suscitado multitud de leyendas e historias y ha sido testigo del devenir de muchos pueblos de alrededor.
Situado en la cima de una gran montaña de accidentada orografía, a unos 709 metros sobre el nivel del mar , el castillo de Bentomiz , construido a principios del siglo XI, fue una fortaleza de las denominadas “husun”, es decir, fortificaciones situadas en lugares estratégicos de difícil acceso y que daban refugio a las poblaciones situadas en el marco de su jurisdicción.
En la actualidad, se encuentra en un estado ruinoso, pudiéndose ver restos de los lienzos de sus muros, varias torres y aljibes.
En los tiempos de su máximo esplendor, la fortaleza contó con un perímetro de unos 1000 metros y una superficie de unos 66.000 metros cuadrados.
La estructura defensiva de “Hins Munt Mas” (con este nombre aparece en los textos árabes) contaba con dos líneas. La primera de ellas era una muralla barbacana, de menos altura que la posterior, que servía para consolidar y guarnecer la muralla principal y las dos puertas de ingreso directo a la fortaleza (aún hay tramos, al sur y al oeste, donde se puede distinguir restos de estos lienzos). La segunda línea, la formaba la muralla principal, que al igual que la barbacana tenía un trazado poligonal irregular debido a la accidentalidad del terreno. Contaba con fuertes y altos muros almenados, reforzados con doce torres dispuestas irregularmente por todo el recinto.
Entre esta muralla y la anterior quedaba un pasillo de unos tres metros, (en algunas zonas tiene más) que permitía fácilmente, la comunicación y los desplazamientos.
Situado en la cima de una gran montaña de accidentada orografía, a unos 709 metros sobre el nivel del mar , el castillo de Bentomiz , construido a principios del siglo XI, fue una fortaleza de las denominadas “husun”, es decir, fortificaciones situadas en lugares estratégicos de difícil acceso y que daban refugio a las poblaciones situadas en el marco de su jurisdicción.
En la actualidad, se encuentra en un estado ruinoso, pudiéndose ver restos de los lienzos de sus muros, varias torres y aljibes.
En los tiempos de su máximo esplendor, la fortaleza contó con un perímetro de unos 1000 metros y una superficie de unos 66.000 metros cuadrados.
La estructura defensiva de “Hins Munt Mas” (con este nombre aparece en los textos árabes) contaba con dos líneas. La primera de ellas era una muralla barbacana, de menos altura que la posterior, que servía para consolidar y guarnecer la muralla principal y las dos puertas de ingreso directo a la fortaleza (aún hay tramos, al sur y al oeste, donde se puede distinguir restos de estos lienzos). La segunda línea, la formaba la muralla principal, que al igual que la barbacana tenía un trazado poligonal irregular debido a la accidentalidad del terreno. Contaba con fuertes y altos muros almenados, reforzados con doce torres dispuestas irregularmente por todo el recinto.
Entre esta muralla y la anterior quedaba un pasillo de unos tres metros, (en algunas zonas tiene más) que permitía fácilmente, la comunicación y los desplazamientos.
Dentro del perímetro de la muralla principal, se distinguen dos grandes zonas:
Una menos extensa y ubicada en la parte más elevada del cerro, quedando delimitada por una muralla torreada y una puerta de ingreso, que funcionó como pequeña alcazaba y que albergó al alcaide de la fortaleza y a la guarnición de soldados. En la actualidad, de esa alcazaba, encontramos restos de lienzos de muralla, dos aljibes subterráneos con forma de cisterna cilíndrica, y que aún conservan el enfoscado de mortero y almagra, y cuatro torres, una de ellas achatada y con base de piedra, denominada popularmente “terradico de la reina”, y otra mucho más notable, semi-albarrana con forma de prisma octogonal, construida con tapial, y averdugados de ladrillo y mampuestos en su base.
Una menos extensa y ubicada en la parte más elevada del cerro, quedando delimitada por una muralla torreada y una puerta de ingreso, que funcionó como pequeña alcazaba y que albergó al alcaide de la fortaleza y a la guarnición de soldados. En la actualidad, de esa alcazaba, encontramos restos de lienzos de muralla, dos aljibes subterráneos con forma de cisterna cilíndrica, y que aún conservan el enfoscado de mortero y almagra, y cuatro torres, una de ellas achatada y con base de piedra, denominada popularmente “terradico de la reina”, y otra mucho más notable, semi-albarrana con forma de prisma octogonal, construida con tapial, y averdugados de ladrillo y mampuestos en su base.
La otra zona, mucho más extensa, es el albácar ( del árabe “redil”). Esta área estaba destinada a acoger a la población y al ganado de las alquerías de su jurisdicción cuando estaban en peligro. Actualmente se pueden divisar en esta zona, dos magníficos ejemplares de aljibes del siglo XI. Uno de grandes dimensiones, conserva los arranques de los arcos que conformaban una bóveda de crucería. El otro, más pequeño y construido posteriormente, conserva los arranques de la bóveda de medio punto que se desplomó en siglos posteriores. Ambos aljibes conservan el estucado de almagra que los hacían impermeables. También en la zona este del albácar, se ubican restos de la muralla almenada con su camino de ronda y una plazoleta empedrada junto a restos de viviendas. Al oeste y junto a la torre octogonal se puede divisar los restos de otra que fue cilíndrica y según fuentes escritas, sirvió de estancia.
Como se dijo al principio, esta fortaleza se construyó a principios del siglo XI, en un marco de encastillamientos generalizado en todo Al-Ándalus debido al desmembramiento del califato cordobés y al florecimiento de multitud de reinos independientes al que la historia le ha venido a llamar taifas.
La construcción del castillo, como la mayoría de las grandes obras, necesitó de una gran cantidad de recursos tanto económicos como humanos, así como el empleo de varios años para su terminación. Pero las debilitadas arcas de estos reinos condicionó las técnicas constructivas y el empleo de materiales. En este sentido, los arquitectos y alarifes de Bentomiz se las tuvieron que valer de ingenio para dar una apariencia de fortaleza a los muros del castillo con el menor coste posible. Para la construcción de la mayor parte de los lienzos, se emplearon materiales del propio terreno y utilizaron dos técnicas que en ocasiones llegan a mezclar: La técnica de mampostería ( realizar muros con piedras, ladrillos y argamasa) y la técnica del tapial, consistente en hacer encofrados con enormes tableros e introducir piedras, y mortero de cal y arena que apelmazaban hasta la compacidad. Finalmente, en la parte exterior del muro, le aplicaban un enfoscado de mortero rico en cal, dando así apariencia de solidez. En los muros más visibles, el albañil, con su paleta, realizaba incisiones para aparentar bloques de sillares tallados, dándole aspecto de mayor robustez al conjunto.
A pesar de la poca consistencia de estos materiales, supieron darle la solidez suficiente para que hoy día podamos ver con asombro la magnitud de su obra y como algunos de sus muros resisten a la gravedad.
La construcción del castillo, como la mayoría de las grandes obras, necesitó de una gran cantidad de recursos tanto económicos como humanos, así como el empleo de varios años para su terminación. Pero las debilitadas arcas de estos reinos condicionó las técnicas constructivas y el empleo de materiales. En este sentido, los arquitectos y alarifes de Bentomiz se las tuvieron que valer de ingenio para dar una apariencia de fortaleza a los muros del castillo con el menor coste posible. Para la construcción de la mayor parte de los lienzos, se emplearon materiales del propio terreno y utilizaron dos técnicas que en ocasiones llegan a mezclar: La técnica de mampostería ( realizar muros con piedras, ladrillos y argamasa) y la técnica del tapial, consistente en hacer encofrados con enormes tableros e introducir piedras, y mortero de cal y arena que apelmazaban hasta la compacidad. Finalmente, en la parte exterior del muro, le aplicaban un enfoscado de mortero rico en cal, dando así apariencia de solidez. En los muros más visibles, el albañil, con su paleta, realizaba incisiones para aparentar bloques de sillares tallados, dándole aspecto de mayor robustez al conjunto.
A pesar de la poca consistencia de estos materiales, supieron darle la solidez suficiente para que hoy día podamos ver con asombro la magnitud de su obra y como algunos de sus muros resisten a la gravedad.
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